Arev era una mujer estadounidense de Staffordshire recuperada de un refugio.
La conseguimos cuando era solo un cachorro. Estaba enferma y maltratada.
Vivió toda su vida siendo etiquetada como peligrosa: la gente la temía, o mejor dicho, temía a su raza. La verdad es que ella nunca podría haber lastimado a una mosca.
Era la perra tonta y juguetona perfecta cuando era más joven. Luego se transformó en una anciana tranquila a lo largo de los años.
A medida que su mascota envejece, comienza a darse cuenta de que es posible que no tenga muchos años más para vivir con ella.
Pensamos que Arev cruzaría el puente mucho antes que ella. Ella demostró que estábamos equivocados, tantas veces.
Y luego llega el momento, el momento de las decisiones difíciles, el momento de las despedidas, el momento de la pérdida, el momento del duelo.
La pérdida de un perro deja una sensación extraña, una mezcla difícil de vacío monstruoso, tristeza eterna y, seamos sinceros, muchas lágrimas.
Me tomó un tiempo, personalmente, aceptar el hecho de que ella se había ido. Lo que me consoló fue darme cuenta de que ella había vivido una vida plena y amorosa entre nosotros, y que era hora de que se fuera cuando lo hizo.
Cada quien tiene su forma de duelo. Ya sea recordando el pasado, mirando fotos o videos antiguos, o esperando darle la bienvenida a su próxima mascota.
El duelo viene en diferentes formas; desaparece con el tiempo, pero nunca se olvida. Nunca olvidas tus primeras veces.
Ella tenía 15 años; fue mi primer perro; ella fue la primera en irse.
¡Hasta la próxima en El Arca de las Mascotas!
La familia del arca de mascotas